Erase una vez una princesa que salió de su reino, donde la monotonía era su principal enemigo, para conocer el mundo exterior. Emprendió su viaje llena de energía e ilusión. Su vida iba a cambiar y aunque esto le daba un poco de vértigo, puso todas sus energías en vencer su miedo.
Al poco tiempo de comenzar su viaje, llegó a un reino oscuro y gris, donde conoció al ama de llaves del castillo. Esta le dijo que, aunque su reino era oscuro y gris, la necesitaban para contagiar de su luz a los habitantes del reino y poco a poco, ir venciendo la oscuridad que imponía el dragón que reinaba en el castillo. Después de meditar la propuesta y como no tenía ningún destino a la vista, accedió a quedarse.
Esta fue una decisión que la condenó los siguientes 8 meses de su vida. Al ver su luz brillar, el dragón la encerró en la mazmorra, para que no pudiera cumplir su labor de contagiar de su luz a los habitantes del reino. Allí mandaba él, y a él le gustaba la oscuridad.
Pero la princesa, a pesar de estar presa en la mazmorra no se rindió. Con los medios que tenía a su alcancé, fue ideando un plan para escapar y cumplir con su cometido. Trabajó día a día, poco a poco, como una hormiguita. Había momentos de desesperación, otros estaba llena de energía y otros le vencía el miedo. Sobre todo, cuando el dragón se acercaba a su mazmorra, para abrasarla con su fuego.
Pero un día, el dragón enfadó al Dios de la Tormenta, y éste le envió un rayo de luz que le cortó la cabeza. El Dios de la Tormenta, conocía la historia de la princesa de la mazmorra y admiraba su trabajo y fortaleza. La sacó de la mazmorra y la presentó a los habitantes del reino, como la nueva Reina de la Luz. A partir de entonces el reino oscuro y gris, se convirtió en el reino de la luz y la alegría.
Y así termina esta bonita historia basada en hechos reales recientes.
